Este era un tigre inmenso que medía casi tres metros de largo incluido el tamaño de su cola, y tenía un poco más de un metro de altura desde el piso hasta sus hombros, cuando se levantaba a caminar. Se distinguía por su especial elegancia, que inspiraba respeto entre la población de hombres y animales en Cachemira, ciudad de la India, en el continente Asiático.
A este imponente tigre de color naranja en su pelaje, con lindas rayas negras en todo el recorrido de su cuerpo, le llamaban “Don Tigre”. Tenía excelente compostura, era de gran sencillez para hablar ante cualquier público, y procedía con singular comportamiento: amistoso, serio, armonioso y muy respetuoso.
Don Tigre en muchos de sus discursos hacía comentarios sobre la posible terminación de su especie animal, que venía en disminución por la persecución (especialmente de los humanos que querían cazarlos para protegerse de su salvajismo desde épocas antiguas), y también, por el interés de expandir sus tierras para habitarlas, a través de la poda indiscriminada de árboles y la sucesiva terminación de bosques nativos. Quería el ser humano adicionalmente: aprovechar sus pieles para hacer tapetes variados, usarlas para cualquier tipo de vestimenta diseñada y hasta para exhibir sus cabezas disecadas en algunos muros que algunos cazadores tenían dentro de sus viviendas.
A Don Tigre, con su elegancia, lo escuchaban con gran admiración todos los animales de la región y los hombres, las mujeres, los niños, los jóvenes y los viejos; pues poseía al leer, todo el conocimiento necesario para atraer...
José Horacio Correa
Jaramillo.
El Señor Oso
El Señor Oso
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