Con lengua larga, silenciosa y vivaz, familiar y simpática, la lagartija Teja se alimentaba de todo tipo de insectos pequeños. Era un animal inofensivo y útil para la protección de los jardines de Barceloneta, un pequeño y atractivo barrio español en donde se encargaba, con su alimentación, de los insectos dañinos que se comían las hojas de las plantas cuando éstas apenas estaban en crecimiento. Ella era capaz de sacrificar con valentía su cola, desprendiéndose de ella para huir de sus enemigos depredadores como pequeños pájaros, aves y otros reptiles más grandes.
Jacinta y Josué, un par de hermosos niños que también vivían en el mismo barrio y apenas tenían 6 y 7 años, se habían constituido en los más inocentes enemigos de Teja y de su grupo familiar de lagartos y lagartijas, pues jugando, corrían detrás de ellas al verlas aparecer en los jardines de sus casas, cuando caminaban por las paredes y muros de los jardines o se encontraban por los techos de las diferentes habitaciones de sus residencias.
Por las tardes, después de salir del colegio, las perseguían con el propósito inocente de conocerlas, sentir la piel lisa de su cuerpo y hasta detallar sus ojos alargados. Sin darse cuenta las hacían sufrir con su persecución y las pobres lagartijas tenían que dar saltos y hacer movimientos evasivos con temor, tratando de esconderse lo más rápido posible de estos grandes curiosos.
Cuando los niños las lograban atrapar, estas lagartijas agachaban sus cabezas con susto y, si los pequeños se descuidaban, trataban de huir dejando parte de su cola en sus manos...
José Horacio Correa
Jaramillo.
El Señor Oso
El Señor Oso
No hay comentarios:
Publicar un comentario